Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




miércoles, 25 de mayo de 2011

(XLIII) Viejos conocidos y nuevas noticias (II)

Viejos conocidos y nuevas noticias (II)

Había varios en el suelo. Aparentemente… ¿muertos? En fin, qué más da. Nos dirigimos a la única cabaña que parecía haber sido atacada reciente y únicamente. La más grande del conjunto. Su apariencia no daba buena espina pues los tablones tenían signos de haber sido arañados y golpeados de una forma muy contundente. Tras los maderos, restos de vidrio de una de las ventanas yacían como prueba y recuerdo de violencia. Además, los vestigios de manos chorreantes de sangre sobre la puerta nos mostraban un ejemplo más de que habían intentado entrar ahí dentro. Mientras que el resto de cabañas no representaba nada igual, todo parecía indicar que ahí dentro había (o hubo) alguien.

Nos acercamos para investigar mejor el lugar. Yo, con la pistola cargada, rodeé la casa mientras Carl investigaría la puerta de entrada que había intentado ser derribada con anterioridad.
Estábamos situados en medio de un pequeño claro. En la parte trasera de la casa pude comprobar un letrero identificativo que decía así: “Guardabosques Nacional de los EEUU de América. Estado de Alaska.” Más abajo decía: “Antiguo campamento ‘Advanced Scouts Junior’, Alaska”.
Continuando mi ruta, llegué casi a caerme al suelo. Tropecé con un pequeño bulto del suelo que hizo que casi perdiera el equilibrio. Tapado completamente por la nieve, lo desenterré levemente con la punta del pie. Parecía salir algo de ropa. Me agaché y con las manos retiré raudo la ya gruesa capa que cubría. Se trataba de un brazo. Y en perfecto estado. La temperatura sin duda hizo las labores de frigorífico forense manteniendo casi intacto el cuerpo.
Con cautela, busqué a ojo dónde podría situarse la cabeza y, con la ayuda de la pistola, retiré nieve. Se trataba de un varón de unos 20 años. Muerto completamente. Con la boca abierta y la mirada perdida. Daba escalofríos. Nunca pensé que llegaría a ver un cadáver frente a mí y no dar un salto atrás.
Busqué indicios que me pudieran dar pistas de quién podría ser esa persona. “¡La chaqueta!”, pensé. Con la ayuda de mis congeladas manos, descubrí el ropaje que llevaba el muchacho. Verde, con distintivos forestales y un pin de Greenpeace a la altura del pecho. Parecía ser el guarda forestal del lugar… y en qué mala situación había acabado. Pude encontrar una cartera con su identificación. Howard Landrew, nacido en California, EEUU.
No encontré nada que me pudiera servir. Era una persona fallecida, pero debíamos tener sangre fría. No iban a utilizarlo y todo cuanto nos pudiera servir era bienvenido.
Terminé de retirar completamente la nieve hasta dejar al descubierto el cuerpo entero. Encontré tres orificios de bala en el abdomen… pero ninguno en la cabeza, donde creíamos que esas cosas podrían morir… ¿Y si se suicidó? Un poco estúpido hacerlo de esa forma… Pudo morir antes de todo aquello… ¿asesinato? Joder, menudo cacao mental…
Intenté incorporarme, pero caí el suelo de repente. Algo me sujetó y del esfuerzo por subirme, me escurrí. ¡Joder! Tenía tan dormida la mano izquierda por el frío que no me percaté que había sido rodeada y agarrada por la del guardabosques. Tiré fuertemente dando puñetazos contra du pecho, pero no servía de nada. Cada vez me ponía más nervioso y tiraba más fuerte. Esa cosa seguía sin moverse. ¿Cómo coño no me di cuenta?
Con la ayuda de la otra mano, intenté forzar la suya para abrirla. Poco a poco lo iba consiguiendo. Al final caí en la cuenta de que si tiraba mucho podría acabar hiriéndome, favoreciendo la posible transmisión de lo que fuera que tuvieran ellos dentro.
Me intenté tranquilizar. Incluso me hablaba a mí mismo. “Tío, está muerto, no se mueve, te habrás enganchado sin querer…”, pensaba continuamente en voz alta.
El cabrón giró con dificultad su cabeza dirigiéndome la mirada. Su estado de congelación impedía que pudiera moverse con normalidad. El bendito frío de Alaska, que maldije desde que llegué, me salvó la vida sin ninguna duda. Notaba cómo intentaba abrir la mandíbula e incorporarse, pero no lo lograba. Tenía uno justo en frente totalmente paralizado. Inmóvil. Podía incluso estudiarlo si quisiera. Pero, aunque parezca que no, seguía más que acojonado. Con cautela, continué abriendo su mano hasta que me soltó por completo. El miedo pasó a convertirse en rabia, que se descargó con una patada sobre su cabeza. Sonó un crujido que llegó a erizarme el pelo de los brazos. No sé si le jodí en algo, pero lo único que movía en aquel momento era la cabeza. Si lo dejé paralítico, que se joda.
Posiblemente los que vimos en el suelo al llegar podrían estar en la misma situación que mi congelado depredador…
Me levanté y retiré toda la nieve que se me quedó encima. Cogí mi arma y terminé de rodear la casa. Carl se había alejado un poco para examinar los alrededores. Al parecer no había nadie en las cabañas que no estaban apuntaladas. Aun estando las puertas cerradas. Poco después, el olor a madera quemada estimuló nuestras pituitarias. Salía de la cabaña que rodeamos.

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