De una forma u otra, “mandé” a la mierda al miedo y el continuo pensar de que estaba a punto de perder a mi mejor amigo hizo que pudiera salir del estado paralítico en el que me sumía.
Me mordí el labio inferior y coloqué el dedo índice sobre el gatillo. Carl me miraba mientras apretaba los dientes.
-¡Nene! – el muy cabrón seguía hablando por lo bajini - ¡no! ¡Coge el cuchillo, no la cagues ahora, mamón!
Abrí los párpados sobresaltado y dejé el fusil en el suelo. Cogí el cuchillo y, con rabia, hinqué la punta en la parte parietal de la cabeza y la atravesé hasta que su sucio y ensangrentado pelo tocó la empuñadura.
La criatura, sumida en unas incesables convulsiones, se dejó caer sobre Carl, siendo empujado por éste hacia un lado. Tras pocos segundos, con un áspero y escalofriante jadeo, paró totalmente de moverse. Como una siniestra escultura, con los ojos abiertos y cubiertos con una especie de película blanca. Sangre y restos de líquidos que no vienen a cuento no paraban de chorrear por su cráneo. No podía evitarlo. Vomité encima del no muerto sintiendo cómo el ácido estomacal me abrasaba la garganta. Por primera vez no sentí asco de mis náuseas…
-Gracias, tío – me tendió su mano para ayudarle a levantarse.
Lo cierto es que mi buen amigo estaba perdiendo poco a poco la sensibilidad. Era un factor importante y vital del que no conseguía despegarme.
Abrimos la puerta, cautelosos por lo que pudiera aparecer y entramos. Pero el fuerte olor a putrefacción nos hizo retroceder y casi volver a salir. Un cadáver permanecía solo e inmutable sobre el suelo sin ningún signo de agresión, que automáticamente se convirtió en lo primero que buscábamos. Parecía ser una mujer. Y era del laboratorio, porque llevaba una bata.
En efecto. Me acerqué a ver su chapa identificativa y se trataba de la señora Jessica Simons. Parecía que había muerto por deshidratación… El pánico pudo impedirle salir y esperar con la esperanza de que llegase alguien. Tarde… ¡joder!
Cada paso que dábamos bajábamos un escalón hacia el infierno. Estaba claro.
Los músculos deshidratados por completo dejaban que las venas se marcaran y la piel dibujase detalladamente el contorno del esqueleto… la desolación y la sensación de impotencia invadían mi alma. Parecía que Dios había desistido con el ser humano de una vez por todas.
Todos aquellos frescos que los grandes artistas realizaron representando a la muerte tomaban vida ahora en nuestro tiempo.
Con el brazo tapando las narices para aguantar ese insoportable olor, tiramos de la cuerda de la bobina que accionaría y arrancaría el generador. Afortunadamente había combustible y no hacía demasiado ruido.
Rápidamente salimos y cerramos la puerta para aislarlo. No teníamos mucho tiempo para actuar. Algunas luces se encendieron. El cebador de algunas no funcionaba bien y provocaba que parpadeasen continuamente…
Nuestra misión era entrar en el laboratorio propiamente dicho y buscar tanto como pudiéramos. Después, largarnos echando lechugas hacia el avión y salir. Ese era el plan. Científicamente planeado…
Vaya panzadita que me he dado a leerte, pero me voy con una sonrisa de oreja a oreja y el corazón (por cierto) acelerado total, que esa planeada llegada al avión me da a mi que será muy muy accidentada ¿no es así? mmmm a ver como sigue y si este desasosiego se me quita un poco, no si al final me tendré que tomar una tila o algo de eso, jejejej
ResponderEliminarPor cierto, ya te lo dije en el blog de mis Infectados, pero te lo digo aquí, tu relato participante es sencillamente cojonudo, genial Jesús
Un beso guapo y nos vemos
:O Gracias Irene!! la verdad es que es genial que a los demás les guste lo que escribes o lo que comentas, y más si es a más de una persona. Muchos beso y nos leemos!
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