Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




jueves, 7 de abril de 2011

(XXIX) Diciembre. Larry, un tipo peculiar.

Larry, un tipo peculiar

-Ese loco usaba mucho la emisora… tal vez podríamos contactar con él.
-El problema es que no tenemos nada para hacerlo – me adelanté – De todos modos. ¿Y si no lo consiguió?
-Tío, eres experto en joderme el día, ¿eh? Déjame pensar, enano.
Estuvimos un buen rato parados en la misma calle en la que nos encontramos. Apoyados a un poste de la luz y con el escaso, aunque bienvenido calor del Sol, el día pasaba tranquilamente como cualquiera. La pequeña ciudad parecía seguir con su rutina de siempre. La gente caminaba, realizaba sus compras, acudía al trabajo, las obras continuaban… Aunque nosotros no teníamos la misma idea. Sentía que no volvería a ver estas cosas tan normales en mucho tiempo.
-A ver – volvía  a hablar – se fue hacia el Sur…
-Carl, te propongo que vayamos a tomar algo rápido y, relativamente tranquilos, decidimos lo que hacer.
-Me parece bien, colega.
A pesar de que no había ni una nube, el frío nos estaba helando ya la punta de los dedos. Pasamos a un bar de desayunos y pedimos algo para entrar en calor.
-En el caso de que encontremos una emisora, ¿sabes en qué canal se suele poner? Quizá esté demasiado lejos…
-Sí, sí. Sé el canal pero… ¡coño, a sé!
-¿Qué?
-Podemos ir a un restaurante de carretera. Allí seguro que paran muchos camiones. ¡Tío, soy un genio!
De modo que, con la arrogancia de Carl cargando todo el camino, pagamos la cuenta y corrimos a toda prisa a lo que sería la principal vía de salida del pueblo. Era pequeño pero aun así debía de tener algo parecido. Una gasolinera, un motel… no sé. Suerte que era de día y podíamos tomárnoslo con calma.
Tras caminar más de tres kilómetros atravesando calles y charlando de nuestras ‘aventuras’ de cuando éramos pequeños, llegamos a un motel-gasolinera cuyo camino nos lo había indicado un amable muchacho.
No sabía si abrazarle o darle una colleja, pero el cabrón acertó: había tres camiones repostando en el surtidor. Eso sí que era suerte. Y ahora que escribo esto, qué estúpido. ¡Joder! ¿Contento y suerte de qué? ¿De volver al laboratorio? Creo que la euforia de Carl se me pegaba por momentos…
Mientras mi amigo corría como un despavorido hacia un MACK rojo pasión con una caja blanca y un icono de una empresa transportadora de alimentos, todo ello sobre la matrícula “¿qué tal conduzco”; yo caminaba hacia él también, mas a un ritmo mucho más lento.
El camionero, recio, velludo, con una gorra de merchandising de la marca del camión y con el corte de Sol en el antebrazo, bajó ante la llamada del muchacho de color. Con el dedo moviendo el rubio bigote, que le caía hasta casi la barbilla, mientras se enrrollaba en ellos, sinrió. Le dio una palmada en la parte delantera del hombro. Y riendo, invitó a mi amigo a subir a la cabina con un energético movimiento de brazo, cual albañil indicando a la grúa que suba los materiales. Le cerró la puerta y esperó abajo.
Yo me acerqué al corpulento hombre. Cuanto más cerca estaba, más grande era. Con unos vaqueros sobrados y una camiseta ajustada, mostraba una calma imperturbable mientras fumaba un cigarrillo. Estaba claro que como le provocara y me quisiera zurrar, me enterraría la cabeza debajo del asfalto de un solo golpe.
-Hola… buenos días.
-Hola, chaval – saludó con tono recio.
-Le agradezco que haya dejado a mi amigo comunicarse desde su camión…
-¡Ah! ¿Así que tú eres amigo de ‘Chals’? – lanzó una sonrisa eufórica.
-¿Chals?... ¿Carl?
-Sí, sí, eso, Carl. ¡Soy un patán para los nombres! – gritó a carcajadas mientras me echaba hacia atrás con un golpe en el hombro, sintiendo que me habría roto la clavícula. – Nada, chaval, no te preocupes. Estamos aquí para ayudarnos, era lo que Jesús hubiera hecho, ¿no?
-Je… ¿Jesús? – pregunté.
-Sí, sí, Jesús. Echa un vistazo por el parabrisas – me guiñó un ojo.
Giré la cabeza, di un par de pasos para comprobar lo que me quería decir: A parte de la silueta de mi querido compañero, había decenas de fotografías, dibujos, incluso figuritas cabezonas con muelle de Jesús.
-Es muy… artístico – añadí.
-Me gusta tenerlo a mi lado. ¿Qué mejor lugar que en la carretera? Bueno, chaval - cambió de tema - Voy a tomar algo para despejarme. Cuando acabéis, cerrad la puerta. Y si queréis tomar algo, estaré en la cafetería – extendió el brazo para ofrecerme un apretón de manos.
-Se lo agradezco mucho…
-¡Spencer, Larry Spencer! ¡Ten, mi tarjeta, chaval!
-Gracias Larry. Encantado, de verdad.
Una tarjeta un tanto peculiar. Sólo venía su nombre y el canal de emisora en el que solía estar. El bigotudo y modesto, aunque corpulento Larry, se fue hacia la puerta de la cafetería dando varias zancadas. Me cayó bien. Y no sólo porque nos había ayudado, sino que parecía un buen tipo. La verdad es que es de la clase de personas de las que te alegras de estar con ellas cuando el portero de la discoteca no te deja entrar dentro.

4 comentarios:

  1. Larry se ha convertido en mi nuevo personaje favorito.

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  2. jajaja ha estado muy bien, por cierto, respecto a lo que dice James "La verdad es que es de la clase de personas de las que te alegras de estar con ellas cuando el portero de la discoteca no te deja entrar dentro." él es de irse de discotecas?? jajaja yo no me lo imagino así xD

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  3. Es un comentario típico, no es que vaya a las discotecas!

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  4. Que tal Jesus tio. Yo bien, de momento estoy un poco liado en general y tengo poquillo tiempo, entre otras cosas tengo q ponerme al dia con tu historia. Pero en breves tendré los deberes hechos jajaja. Que vaya bien Jesus

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