Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




martes, 12 de abril de 2011

(XXXI) Larry, un tipo peculiar (III)

Larry, un tipo peculiar (III)

Yo mientras lo buscaba sonoramente. Ese sonido, ese infernal jadeo que desprendían aquellas cosas. Pero el ronroneo continuo del motor a ralentí no dejaba oír nada.
-Eh, amigo, ¿necesita ayuda? – preguntaba a voces.
La cabeza giró haciendo gesto a su llamada. Un ojo salido de su cavidad, sujetado sólo por el tendón que quedaba hizo que la adrenalina se inyectara de golpe en mis venas. Presentando leves heridas también en brazos y manos, la figura de lo que parecía ser, o haber sido, un hombre de unos treinta años arrastraba vaga y torpemente sus pies como si de pesadas cadenas se tratasen, rasgando su piel y dejando restos de ella sobre el seco alquitrán.
Larry abrió la puerta y bajó del camión después de lanzar un ‘Dios mío’ con una atónita mirada.
-¡No, Larry, no lo hagas, joder! – gritamos Carl y yo intentando detenerle.
Pero no conseguimos agarrar ninguna parte de su ropa ni de su cuerpo. Bajó muy deprisa. De un salto. El renqueante monstruo, rodeado de moscas por su putrefacción en curso (que en aquel momento nos demostró que eran ‘muertos vivos’) cambió el rumbo y fue hacia el corpulento Larry. Con los brazos extendidos horizontalmente, arrastrando los pies torpemente, como si estuviese cojo, abría la boca hasta su totalidad, pareciendo que iba a deshuesarse la propia mandíbula.
Nuestro querido compañero, impactado y con la boca medio abierta aspirando aire, le decía repetidamente que se detuviera. Cada vez más fuerte que la anterior, y con más miedo.
A menos de un metro de él, los brazos casi le tocaban. Con sus dos manos extendidas, le cogió de los hombros, impidiendo que avanzara. El ser cada vez estaba más furioso. Lanzaba zarpazos al aire sin ningún éxito. Spencer cada vez se ponía más nervioso y el miedo penetraba cada vez más en sus venas. Hizo fuerza entonces contra él y lo echó para atrás. Levantó su brazo derecho y le atestó en la cara un puñetazo que lo tumbó en el suelo, sin posibilidad de poder mantener equilibrio alguno. Corrió entonces hacia la puerta y subió dentro. Espirando a bocanadas, nos decía “me cago en la puta, ¿eso es lo que me habéis contado? ¡Joder, Me quería comer!”.
El muerto se levantó de nuevo y comenzó a caminar hacia la cabina, golpeando y arañando la puerta y destruyendo la pegatina que había de un Sagrado Corazón.
-¿Qué cojones estás haciendo, jodido loco? – gritaba echando perdigones de saliva a través de la ventana – ¡No me jodas!
Nosotros no sabíamos de qué estábamos acojonados: si del no muerto o de Larry.
A pesar de todo, seguía golpeando la puerta del camión desesperadamente. Quería mordernos. O comernos o yo qué sé. Lo que todos los que hemos visto quieren hacer.
Pero Larry nos sorprendió con algo que no esperábamos. Tras haber visto que esa cosa estaba rayando y había destruido algo que para él era muy querido, echó la mano atrás, en la cama que tenía el camión. Debajo del colchón había una escopeta de dos cañones. La cargó con mala leche, se incorporó de lado y abrió la puerta de una patada.
El bicho cayó al suelo de nuevo y, sin que le diera tiempo a levantarse, a grito de “Vete al infierno, cabrón”, disparó el arma contra él, volándole la cabeza y parte del cuerpo, regando con sangre y partes de un vivo y grisáceo cerebro el asfalto, manchando la rueda delantera y parte del chasis.
-¿Decíais que esas cosas ya estaban muertas, no? – preguntó serio mirando hacia atrás.

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