Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




martes, 17 de mayo de 2011

(XL) Camino al infierno (V)

Camino al infierno

La impotencia que mi querido amigo sentía estaba provocando que perdiera los estribos. Pero lo peor que podía hacer era decirle cosas ‘incoherentes’ para él. Así que continué buscando. Nada. Nada… Sólo restos de sangre, de un fuerte combate contra las fuerzas armadas que por lo visto no sirvió de nada… o abandonaron de inmediato. La presencia del alto cargo me hizo pensar que tal vez el ejército pudo contener lo que se encontró pero posiblemente se toparon  con otro grupo por sus flancos… No lo sé.
-Voy a coger esas mesas y colocarlas para defendernos. Deja de buscar, ya es inútil. Ahora lo que importa somos nosotros.
Tenía la necesidad de seguir rastreando. No podía creer que no tuviéramos nada de nada. Quiero decir, me resultaba difícil de entender que nadie hubiera anotado nada… Lo que me hizo pensar… ¿cierre inesperado? … ¿Y si los servicios militares se encargaron de todo antes de ser sorprendidos? Un sinfín de teorías… Por otro lado, no podía ponernos en peligro. Después de que Carl se encargaba de nuestra protección, debía hacerle caso. Me resigné y desistí. Me dirigí a ayudarle a colocarlo todo. Mientras, otro fuerte estruendo sonó. Los jadeos de esas cosas incluso podían escucharse desde donde estábamos. Se me puso la carne de gallina mientras un impulso recorría toda mi columna vertebral. Seguidamente escuchamos cómo el inconfundible sonido de escombros cayendo al suelo invadía los alrededores. Algo pasaba ahí fuera y algo había terminado de tirar la pared que quedaba por donde entramos.
Aprovechando la confusión, nos dimos prisa en tumbar las mesas de canto para ‘refugiarnos’. Fue entonces cuando pisé ese papel. Una nota, cerrada torpemente con lacre se escondía astutamente entre microscopios destrozados y probetas resquebrajadas. El primer rayo de esperanza después de tanto tiempo. Y era de la persona que menos esperaba leer: Fastword.

“James, si estás leyendo esto, es que sigues vivo. Me arriesgo a dejar esta nota al descubierto. Espero que seas tú el primer lector. Hijo, esto es un infierno. Han caído todos… uno por uno y han vuelto como esas cosas… Nunca podré perdonarme haber asesinado a alguien… aunque no sea humano. Esas cosas se multiplican rápidamente. No dejes que ninguno te toque. El ejército llegó y nos retuvo como criminales. Agentes especializados formatearon toda nuestra base de datos. Está claro que no venían a rescatarnos. Pero la cosa se les complicó. No ha salido nadie vivo de aquí… casi. Paula y yo hemos encontrado un modo de escapar. Iremos hacia el norte y nos intentaremos refugiar en el viejo campamento juvenil ‘Advantage’. A veinte millas de aquí. ¡Ah! La señorita Simons se encerró en la sala de generadores. Confío que puedas sacarla de allí con vida. Se niega a salir.
Espero que comprendas que no puedo contarte nada más. Te espero impaciente, chico. Sé que no me defraudarás.
Cuídate, hijo.”

Teníamos un lugar donde ir. La sangre empezó a hervirme y las ganas de salir de allí junto con la esperanza de que el profesor podría seguir vivo hicieron florecer el espíritu heroico que tenía dentro.
-De nada te servirá eso ahora – me anestesió Carl – de momento agáchate y no hagas un ruido.

1 comentario: