Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




lunes, 16 de mayo de 2011

(XXXIX) Camino al infierno (IV)

Camino al infierno (IV)



Intentando hacer el menor ruido posible, caminamos lentamente evitando pisar cualquier cosa que pudiera delatar nuestra presencia. Llegando a las puertas, nos cubrimos contra la pared y echamos un vistazo al interior de la sala. Había varias de esas cosas merodeando por allí. Demasiado arriesgado como para intentar hacer blanco. Demasiado arriesgado como para pasar como fantasmas. Demasiado arriesgado para todo. Nuestra opción era que salieran de allí por su propio medio, no por nosotros. De forma que se nos ocurrió arrojar un escombro hacia la parte del pasillo por donde estaba la habitación de las literas. De momento, era nuestra única opción rápida. Cogí un escombro con varios casquillos para aumentar la agudeza del sonido y lo lancé con fuerza. Carl y yo nos escondimos en dirección contraria a donde deberían ir esas cosas, detrás de una mesa. Joder, ni que hubiera lanzado una bomba. El silencio era tal, que se oyó como un fuerte estruendo que atravesó de punta a punta todo el ‘puesto de salvamento’.
Al cabo de varios segundos, salió nuestro primer pez en busca de su anzuelo. Al rato, otro. Y así hasta que sólo quedó uno. Semanas más tarde corroboramos la teoría por la que establecimos que todas esas criaturas se ven atraídas por las masas. Al parecer no tienen inteligencia propia, sino que se dejan llevar a donde haya algún grupo. Es como el perro y la bombilla de Paulob: si se enciende, hay comida; si hay muchos muertos vivientes, hay comida.
El caso es que tuvimos suerte. No estaba mal después de varios contratiempos. Aunque sólo quedó uno dentro, Carl, con los ojos iluminados y furiosos, me arrebató el cuchillo, corrió como una gacela por el laboratorio esquivando todo cuanto encontraba y embistió a la criatura. Antes de que pudiera darse cuenta, tenía la afilada punta del cuchillo de combate asomando por la frente. Era increíble. El instinto de supervivencia le había florecido en cuestión de días… horas me atrevería a decir.
-Tú sabes más que yo de todo esto. Busca, yo vigilaré.
-Bien.
Aceptando que tenía conmigo un guardián, aproveché la sensación de seguridad que recorría mi cuerpo para encontrar cualquier pista. Y vaya que si la encontré. No hizo falta, aún, conectar nada.
El cadáver de un alto mando militar yacía en el suelo. Tenía la cara desfigurada por completo. No sabíamos si se convertiría en una de esas cosas o no, así que debíamos darnos prisa. Busqué entre su uniforme todo ensuciado y rasgado. Sólo encontré su identificación y… una tarjeta micro SD en una cajita metálica con gomaespuma a medida. Teníamos algo. Pero no era el momento de comprobar qué era. De eso nos ocuparíamos más tarde.
 Corriendo como si se tratase de una competición, fui encendiendo todos los ordenadores de la sala. Carl, mientras tanto, me invitó a ver la sala de contención de las personas que encontraron el profesor y sus colegas. Las camillas estaban volcadas; los cristales reventados y la puerta entreabierta. Sin duda, todo había comenzado allí. Los signos de violencia eran aun más notables en aquel lugar: cadáveres de soldados, algunos científicos con los que no llegué a tener mucho trato; puertas forzadas y apuntaladas; mesas y camillas colocadas a modo de trinchera… debió ser el infierno.
El primer ordenador arrancó satisfactoriamente. Pero con el aviso de ‘cierre inesperado’.  Levantado con la espalda inclinada hacia delante dejando caer el peso del cuerpo sobre una pierna, busqué por todas partes algo. Cualquier cosa.
Uno… dos… tres… cuatro… cinco ordenadores registrados y ninguno tenía nada, ¡joder! Nada de nada, ni un puñetero archivo, ni una sola crónica, ni un pésimo apunte… Tal vez lo que buscábamos estaba en esa tarjeta de memoria… pero no teníamos tiempo. Carl me metía prisa. Según él, oía ruido fuera. Esto no nos gustaba nada. Contuve la rabia. Quería tirar algo, pero nos mataría. Me tranquilicé a mí mismo y esperé unos segundos. Acto seguido, comencé a buscar pistas por el suelo. Algo escrito, como lo que llevaba el señor Balance. Le pedí a mi amigo ayuda. Estábamos contra la espada y la pared y cada vez se acercaban más una a la otra. Se oyó un tremendo golpe fuera. ¡Joder! Como una explosión. Estaba nervioso. Parecía que tenía párkinson. Registramos varios cuerpos, mortalmente heridos del encéfalo. De nuevo, el ruido parecía entrar dentro. Estábamos jodidos. Coño, estaban entrando.
-Se acabó, Carl, estamos jodidos… - apretaba los puños.
-Llevamos perdidos ya mucho tiempo. Nadie te va a tocar, así que sigue buscando, ¡maldita sea!

2 comentarios:

  1. Leido! ya llevas casi 40 capítulos :D
    Algo especial en el siguiente??jejeje
    Sea lo que sea no me hagas esperar mucho
    besitoos

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  2. Vaya! sii, ya verás! si lo malo es que capítulo por capítulo no llama demasiado. Pero bueno! al menos me entretengo!

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