Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




sábado, 5 de marzo de 2011

(V) Amancer del 27 de Noviembre

Amanecer del 27 de Noviembre

No eran aún las seis de la mañana cuando mi móvil sonó durante un segundo. Era Carl, estaba abajo esperando en la puerta. Rápidamente me vestí, cogí la maleta y bajé a abrir.
- ¡Ey, sí señor, que nos vamos, tío!
- Sí, es excitante – dije sarcásticamente.
Casi iba a cerrar la puerta cuando hice fuerza para impedirlo y entré de nuevo. Pasé corriendo a la cocina, cogí un post-it y escribí una despedida a mi madre, diciéndole que volvería pronto, que no la quería despertar. Subí los escalones de dos en dos, entré suavemente en la habitación de mis padres para decirle a él que me iba, pero ya tenía la cabeza medio levantada como signo de que lo sabía.
Cerré la puerta de la calle y esperamos sobre un cuarto de hora hasta que vino un taxi. Era el profesor.
- Buenos días, profesor.
- Buenos días, James… Perdona mi indiscreción, pero… ¿quién es tu acompañante?
- Ah, ¿él?, bueno, él es…
- Carl Stepanac. Ingeniero de cohe… quiero decir, estudiante de ingeniería aeronáutica. El representante de la OTAN me seleccionó a partir de un grupo de estudiantes de mi facultad. Me reuniré junto a un catedrático en Nome. Como conocía a James, le propuse ir con él.
- ¿De la OTAN? – dijo impresionado. Vaya, no sabía que iban a venir al infierno con nosotros. Está bien subid.
Carl irradió una sonrisa picaresca, pero yo le lancé una mirada asesina.
- ¿¿De la OTAN?? – dije gritando en el susurro mientras él subía y me guiñaba un ojo.
Durante el viaje, el profesor nos estuvo explicando lo que iríamos a hacer durante nuestra estancia en Nome. Insistió mucho en que era imprescindible que permaneciésemos en todo momento con la ropa especial para no contraer ninguna enfermedad.
-Tened esto – dijo mientras me entregaba un papel plegado. Es un mapa de la zona afectada por la explosión. Al parecer la bomba es biológica y no atómica. No ha causado demasiados daños materiales y de momento tampoco personales. Aunque es cuestión de tiempo. Quién sabe lo que esa gente ha introducido.
-Pero… si somos físicos, ¿qué pintamos allí? – pregunté. ¿No deberían ir biólogos?
-Efectivamente, muchacho, pero también necesitan nuestra ayuda a la hora de realizar experimentos no sólo de tipo biológico, sino físicos. Como examinar si hay radiación, comprobar el radio de acción… ya sabes. De todas formas… el gobierno prefiere mandar a gente de toda especialidad.
-Lo entiendo – dije.
El viaje al aeropuerto se hizo corto. No había apenas tráfico por las calles y el conductor del taxi iba algo deprisa. Tras facturar los equipajes, nos sentamos a esperar la salida de nuestro avión. Fue entonces cuando a mi profesor le entró la vena curiosa.
-Y dime Carl… ¿quién es el catedrático con el que te vas a reunir? Lo digo por si lo conozco.
-Oh… pues… - decía mientras miraba de un lado a otro como una bala – mi profesor se llama… bueno, el nombre no es lo importante. La verdad es que prefiere que no lo sepan, ¿sabe? Me dijo que este asunto era alto secreto…
-Ya… comprendo. Lo cierto es que sí. Un hombre cauto tu profesor. Pero dime, ¿qué te incitó a no decir que no a este viaje?
-Bueno… lo cierto es que hacía tiempo que quería visitar el Norte y… voilá.
-Ajá, bueno. James, por cierto – dijo con tono curioso – dejaré que tu amigo venga, porque entiendo que es una situación complicada y dura para ti… después de todo… siento que te he obligado a venir. Será una forma de compensarte el dejar que venga…
-Pero profesor – dije sorprendido - ¿a qué se refiere? No sé, mi amigo tenía que venir de todas formas…
-Oh, vamos Jim… Sé que este chico es el que trabaja en el taller nuevo de la calle tercera, una manzana más allá de tu casa – decía riendo. Lo sé porque mi sobrino dejó hace un par de días un coche allí.
El profesor me dejó mudo. Mis mejillas empezaron a sonrojarse. Notaba cómo los poros de la frente se dilataban cada vez más y más para dejar escapar el sudor, que ya me gustaría haber hecho lo mismo a mí.
-Pero entonces… - dijo Carl entusiasmado - ¡coño! ¿¡Usted es el tío del pequeño timmy!?
-Sí, sí, lo soy. ¿Lo conoce?
-¿Qué si le conozco? – dijo aprovechándose de la situación – es el pollo más afortunado que he visto en mi vida. Menudo cochecito se gasta… El caso es que me llevó el coche porque un amigo le habló bien de mi taller y nada… charlamos un ratillo y… bueno… fuimos a…
-Lo… lo siento mucho – dije interrumpiendo. Siento haberle intentado engañar…
-No te preocupes, James. Es normal que quisieras ir acompañado. Creo que yo hubiera hecho lo mismo. Pero no podemos decir en Nome la mentira que habéis ideado… podrían descubrirlo. Veamos...
Mientras esperábamos a la salida de nuestro avión, estuvimos pensando en cómo camuflaríamos la identidad de Carl, llegando rápidamente a la conclusión de que iría como alumno aconsejado por mi mismo profesor, pero manteniendo las distancias y guardando cierta compostura.
Pocos minutos más tarde, un tipo vestido con el típico traje negro de los Men in Black se acercó a nosotros. Levaba puestas unas gafas también negras y un auricular en la oreja derecha. Dirigió la mirada hacia el profesor.
-¿Señor Fastword? – preguntó inexpresivamente.
-Sí, soy yo – dijo levantándose.
-Bien. ¿Son sus acompañantes? – dijo mientras sacaba una agenda electrónica del bolsillo de su chaqueta.
-Así es.
El extraño tipo se quedó un rato mirando la agenda y luego alzó la mirada hacia Carl.
-Acompañantes: - dijo – James L. Jackson, estudiante. Nadie más. Señor Fastword, no puede viajar nadie más que los citados en la lista.
-Lo sé, pero este muchacho ha sido un agrego de última hora. No recordé nombrarlo…
-Lo siento, profesor – continuó inexpresivo – pero tengo órdenes y no puedo hacer excepciones. Ahora, venga conmigo y usted – decía señalando repetidamente a Carl y a mí – quien quiera que sea James, acompáñeme también.

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