Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




miércoles, 9 de marzo de 2011

(XII) 27 de Noviembre. Entradas y salidas (III)

Laboratorio de Investigación. Búnker.
Nome, 27 de Noviembre de 2015. Entradas y salidas (III)


-¡Señor Balance! – corría llamándole – Señor Balance, me acaba de comunicar el señor Fastword que prepare la cabina de contención. Han encontrado un animal…
-Sí, James, acabamos de verlo por el vídeo. – Se adelantaba el biólogo -  Ahora mismo voy.
Mientras, quedé en el laboratorio junto con Paula y el resto del equipo.
-Mira que te has cansado en venir del comedor hacia aquí. ¡Estás casi sudando! – exclamó sorprendida.
-Ya ves. Esto pasa por no hacer ejercicio y comer verduras, como diría mi amigo y vecino Spiderman.
-¡Qué gracioso! – me dijo lanzando una carcajada.
A pesar de que toda esa situación era un poco extraña, me alagaba tener a alguien de mi edad con quien hablar de asuntos que no fuesen estrictamente académicos o nacionales. Todo ese ambiente que había de estrés, nerviosismo y discusiones sobre ideas que no coincidían...
-Y dime, Paula – apoyé mis posaderas sobre una mesa con los brazos como refuerzo  - ¿de dónde eres?
-Pues soy de Trenton. ¿Y tú?
-Yo soy de Nueva York capital.
-¿Sí? ¡Qué guay! Me enseñarás la gran ciudad algún día, ¿no?
-Claro… - respondí tímidamente.
Al momento sonó una especie de timbre. Supuse que sería el señor Jordan con el animal. Todos fuimos a asomarnos a las ventanas que conectaban con la cámara de desinfección. Se trataba de un Golden Retriever, uno de los perros más típicos en los anuncios de comida para ellos. Aunque había algo raro en él, y era la falta de pelaje en diferentes zonas del cuerpo. El animal tenía los ojos casi cerrados y la cola metida entre las patas.
-Dejo aquí al animal – dijo Jordan desde dentro – yo volveré con los muchachos. Suerte.
Entonces, el señor Balance, con el traje de protección puesto y con la cabina de contención para animales preparada, entró en la otra sala de desinfección que conectaba con la que estaba el animal. Era usada para este tipo de casos, cuando era necesario introducir un cuerpo en un sistema de seguridad.
-Bueno, pequeño – decía el señor Balance mientras lo cogía – veamos qué te pasa. Entra aquí dentro…
En poco tiempo volvió a incorporarse y condujeron la cabina que contenía al animal al laboratorio. El equipo comenzó rápidamente a sedar al animal a partir de un aparato robotizado que se encontraba dentro de la cabina. Se le realzó una analítica de sangre, unas radiografías y varias ecografías. Mientras que los investigadores atendían al animal, la voz de mi profesor se oía desde el comedor.
-¡James! ¡Jam…s! ¿Me oyes? – sonaba una voz distorsionada de radio -  ¡Por Dios, James, responde!
Al oír el trasto, fui corriendo como el rayo para responderle.
-Sí, profesor, le escucho.
-James, hemos encontrado un par de siluetas. Creemos que son dos personas – hablaba más tranquilamente.
-¿Cómo dice, profesor? – respondí sorprendido.
-Así es, hijo. Daremos por concluida la exploración por hoy. Los conduciremos al puesto de salvamento.
-De acuerdo, profesor. Aquí les esperamos. Corto.
Enseguida comuniqué las noticias a los demás. No sé exactamente lo que rondaba por sus cabezas, pero de lo que sí se podía percibir era una expresión de sorpresa y a la vez inseguridad. En seguida comenzaron las disputas sobre la decisión que tuvo el grupo en que viniesen las personas encontradas. El señor Stepanac  empezó a dar vueltas por el laboratorio negándose por completo a que esas personas entrasen en el puesto de salvamento. Balance y Foreman sacundaron la decisión del físico, alegando que no disponían de cabina alguna para albergar personas y no podían quedarse en la sala de desinfección como animales. No obstante, el resto de científicos consideraron acertada la decisión de aquellos que salieron a explorar el sitio.
-¿¡Cómo cojones piensas dejar a dos personas en una sala de desinfección!? – exclamó furioso Stepanac al señor Carson.
-John – intervino Balance – no es necesario llegar a esto. Discutiremos razonadamente.
-Michael, son personas que han estado expuestas inevitablemente a lo que Dios sepa que haya fuera. No podemos dejarlos entrar – se encaró con él.
-Cierto, y te doy la razón – respondió con tono tranquilizador – pero antes de nada debemos examinar la situación. Esperemos a que llegue el resto de muchachos y decidiremos.
Stepanac se dio la vuelta y salió del laboratorio descontento, pero cuidando los modales. Tras ello, el señor Avril apareció con una carpeta de cartón plegable con bastantes papeles en su interior. La dejó caer sobre la mesa ante todos y apoyó los nudillos de ambas manos en ésta, dejando caer el peso de su cuerpo sobre ellos.
-Señores – dijo levantando la cabeza – este animal padece de sarna, un parásito que provoca la caída del pelo, entre otras cosas y… - dejó en suspense – a pesar de haber estado expuesto a lo que haya ahí fuera, no padece nada fuera de lo normal – dijo haciendo pausa entre cada palabra.
-¿Cómo puede ser eso? – preguntó la señora Simons.
-Pues no tengo ni la más mínima idea, Jessica. Pero este animal no padece ninguna enfermedad grave, sólo algunas comunes entre ellos, y nada más. No obstante, seguiré examinándolo. A propósito, ¿han llegado ya? – preguntó al grupo.
-No, aún no. Pero están a punto – respondió Balance – Han encontrado a dos personas y las quieren traer al puesto…

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