Bienvenid@ a Apoptosis

Apoptosis nació hace unos años como un libro inspirado en el género 'Z'. Así, desde hace poco tiepmo, decidí ir posteando poco a poco el libro con la simple y única idea de entretener a cualquiera que pase por aquí e intentar dar una buena impresión. Comentarios, opiniones e incluso cambios de ciertas partes del argumento son cosillas que gustosamente acogería para la mejora del sitio.
¡Espero que os guste!




domingo, 6 de marzo de 2011

(VII) 27 de Noviembre. Aterrizaje.

27 de Noviembre. Aterrizaje.

Poco después se sintió la pose de los neumáticos del avión sobre el asfalto. Miraba a un lado y a otro, a la gente que estaba allí, a mi profesor, pero parecía como si estuviese en un museo de cera. Todo el mundo en silencio, como si de un funeral se tratase. Miré por la ventana y allí estaba: Nome, o lo que quedaba de él. Todo desierto… ni un alma había por los alrededores. Árboles secos, algunos edificios derruidos, sin presencia aparente de vida. Un estremecimiento invadía todo mi ser, parecía que hubiese pasado el apocalipsis por la ciudad. Como una especie de invierno forzado, como si alguien hubiese soltado todas las bombonas de neblinas artificiales de un concierto a la vez. No podría describir la cara que tenían todos los que estaban en el avión. Ni siquiera sé si podría describir la mía propia. El cielo apenas se podía ver, todo estaba cubierto por nubes oscuras, parecía que fuera a haber una tormenta, pero no… no habría tormenta alguna.
La carretera que fue nuestra pista de aterrizaje estaba toda resquebrajada… Dios… la sensación fue parecida a la que sentí cuando pisé aquel bosque de Tunguska, en Siberia…
Entonces, mi profesor se desabrochó el cinturón, como el resto de pasajeros. Todos caminamos para ponernos los trajes especiales, asombrados por lo que habíamos visto.
-Bien, caballeros – dijo Leonard al resto – parece ser que la bomba es bacteriológica y ha dejado varios signos de destrucción. Debemos ir al puesto de mando situado a doscientos metros de nuestra posición. Sus cuerpos agradecerán no estar demasiado tiempo ahí fuera, de modo que nadie se detenga. Toma James – dijo mostrándome el traje – te ayudaré a ponértelo.
Todos nos colocamos en fila tras la puerta del avión. Una vez listos, se abrió automáticamente y dejó pasar todas las partículas y niebla al interior.
-Bien, ¡adelante! – dijo uno de los presentes.
Con relativa tranquilidad, bajamos del aparato mientras, atónitos y sin poder evitarlo, mirábamos a nuestro alrededor la masacre que se cernía. Desde el avión era impresionante… pero desde fuera no tenía descripción humana posible. Todo estaba… muerto, desolado, inservible. ¿Quién necesita a los Jinetes del Apocalipsis para que tenga lugar el Apoalipsis…? , pensaba mientras caminaba. Todo un cielo incendiado y una tierra difunta y putrefacta nos recibieron.
-Señores, no tenemos tiempo de quedarnos mirando - decía uno de los compañeros – ya habrá tiempo para eso. Debemos llegar cuanto antes.
Así, mientras que los pilotos del avión, dentro de la cabina protegida de todos gases, lo hacían despegar y se largaban de aquel lugar alejado de la mano de Dios, nosotros entramos en el laboratorio. Era una especie de tienda de campaña, pero a lo bestia, recubierta por un vasto hormigón rígido. Según me habían contado, había servido para antiguas operaciones militares y estaba provisto de todo lo necesario para llevar a cabo un control e investigación de la zona afectada. Entramos en una especie de habitáculo que en seguida se llenó de unos gases descontaminantes.
-“Por favor, entren en la habitación contigua cuando la luz verde se ilumine y dejen sus trajes especiales en sus respectivas perchas. Tras ello, pasen todos por la siguiente puerta cuando la luz se vuelva a iluminar de color verde. Gracias” – decía una voz por megafonía.
Dejé mi traje entonces colgado en una percha y esperamos todos a que la luz se iluminara. Una puerta se abrió y salió una joven muchacha con una bata blanca y unas gafas de protección.
-Bienvenidos, señores – dijo – les estábamos esperando con impaciencia.
La especie de bunker era impresionante. Estaba lleno de ordenadores, microscopios, productos químicos… era como una especie de laboratorio compacto y bien dotado. También estaba provisto de quirófano, comedor, servicios, dormitorios… Joder, parece que estoy intentando vender apartamentos, pero es lo que ponía en el cartelito que había al lado. Bueno, el caso es que era un lugar confortable, a pesar de lo que se podía encontrar ahí fuera. Había como unos seis científicos trabajando allí, más luego los que nos añadimos… estaríamos alrededor de veinte personas.

3 comentarios:

  1. Ya voy a leerlo despacito y te comento.Abrazos

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  2. Me gusta mucho el nuevo aire que le has dado al blog!
    Y la historia ya va llegando a la zona Z jajaja

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  3. Sí, sí, ya vamos llegando. Poquito a poco! Gracias! espero que te guste ^^

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