Noche del 27 de Noviembre.
-Será mejor que vayas a la cama y descanses – me sugirió apoyando su mano en mi hombro – mañana te llamaré temprano y te contaré todo con detalle.
-Pero profesor… - intenté replicar.
-No, James. Deja esto en manos de los chicos. Cuanta menos gente haya de momento, mejor. Pero te prometo que te informaré de todo. Tienes mi palabra, chico.
Con las manos en los bolsillos y sin hacer notar mi disconformidad, me fui a la cama que me fue asignada de la habitación común. A pesar de que era grande, no estaba decorada. Una habitación pintada de un tono amarillento y con literas, tal y como lo dejó el ejército. Aunque era un sitio triste, por decirlo de algún modo, las camas no estaban mal cuidadas del todo. Supongo que no se usarían demasiado con los fines que había de por medio entonces. De todas formas, dadas las investigaciones que había que realizar, el cómo estuviera acondicionada la sala de literas no era demasiado importante. Sin dudarlo, me lancé al catre superior del fondo de la habitación, lejos de la puerta. Me gustaba estar en las zonas más aisladas.
Pasaron los minutos despacio, muy despacio. Incluso un par de horas y no fui capaz de dormir. Estaba desvelado. Por cierto, eso de contar ovejitas para dormir… no funciona. Al contrario.
En uno de los momentos pensando en el cómo lo llevarían por el laboratorio, se oyó un ruido por la puerta de entrada a la sala.
-James – decía la voz susurrando - ¿estás por aquí?
-Sí – respondí de igual modo - ¿qué ocurre, Paula?
-Nada, que no me apetecía ir a dormir y me quedé en la cafetería – hablaba mientras venía a mi litera – Pensé que estarías allí.
-No, no – me incorporé – yo… bueno, Fastword me dijo que debíamos retirarnos…
-Ya… oye – me dijo sentada en la cama de abajo - ¿crees que esto puede ser grave? Quiero decir… es muy fuerte… yo… no esperaba que fuera así.
-Ya… yo tampoco, pero…
-¿Sabes? No sé si nos han mandado aquí a morir investigando o no, pero hay que hacer lo que hay que hacer.
-Desde luego, hay que hacer lo imposible para…
Como un rayo, subió a mi cama, me dio un beso en los labios y se marchó. Sentí algo que no había sentido nunca, evidentemente. Nadie me había besado jamás, excepto mamá… ¡pero esto no es lo mismo! Fue como una detención del tiempo, una sensación de bienestar y conformidad… a pesar de todas las circunstancias. Fue algo que… aunque se simule, nunca podrá haber un beso como aquel. Sólo esperaba que no fuese el último.
Con la sensación de no saber si lo que había pasado era real, me volví a tumbar de costado en la cama y, esta vez, me dormí en poco tiempo. Joder… pero quien me despertó no fue la persona que yo me esperaba, realmente…
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