Malos Recuerdos
-Ya basta, Carl, tenemos problemas – le giré la cabeza para que se despertara por sí mismo.
Efectivamente, el resultado fue inmediato. Dio un tumbo y de la fuerza me echó hacia atrás con su brazo derecho. Lamentándose gestualmente, se puso en pie y se acercó rodeando la cama.
-Joder, tío, ya están aquí…
-¿A qué se refiere? – preguntó el doctor asustado sin perder de vista el cuerpo tambaleante.
-James y yo vimos uno en Nome. Vimos también una persona herida, pero no era como esa cosa… - afirmó nervioso.
-Este – jadeaba por los nervios – vino herido y le intervenimos hace poco tiempo. Evolucionó favorablemente, pero… no sé qué le ha pasado…
-Creo que deberíamos salir de aquí – interrumpí.
-Sí – confirmó mi amigo – cojamos a la chica y saquémosla de aquí.
-¡Ni hablar! – se negó rotundamente el médico – si esa persona venía herida de una clara mordedura, con seguridad la enfermedad que traía se ha pasado a Nicole.
-¿Estás loco? – le gritó Carl a la cara - ¿y si no es así? No podemos arriesgarnos, parece mentira que tenga que decirlo yo, ¡joder!
Entre discordias y desentendimientos, los brazos de la chica, desde hace tiempo inmóviles, empezaron a tener ligeras convulsiones musculares. Los tres nos dimos cuenta en seguida y nos juntamos como cuando hacen recuento en una excursión del colegio.
La expresión de Nicole, la misma desde el momento en que dejó de emitir signos de vida por el desangramiento, comenzó a cobrar vida de nuevo. Los ojos presentaban una especie de película translúcida, como si tuvieran cataratas. Las pupilas totalmente dilatadas y… eso que nunca olvidaré… esa respiración ronca, ese ruido al entrar el aire por la boca… Era una de esas cosas. ¡Joder, esa chica! La cariñosa enfermera que hace diez minutos me preguntó cómo habíamos llegado allí, ahora estaba intentando levantarse para ir hacia nosotros y hacer lo que le hizo su asesino. Eso parecía… instintos asesinos, o primitivos, o caníbales… Dios sabe, pero no nos quedamos para averiguarlo del todo. En una relación sináptica entre los tres, corrimos hacia la puerta y el médico se encargó de echar la llave. Pocos segundos después se oyó un fuerte golpe contra ella. Furiosa, había intentado embestirla sin resultado.
Me situé en la pared contigua, apoyé la espalda y me dejé caer mientras las lágrimas se deslizaban como torrentes de agua sobre mis mejillas. Comencé a llorar en silencio. Carl se sentó a mi derecha y posó su brazo en mis hombros mientras los fuertes golpetazos sobre la puerta que acabábamos de cerrar martilleaban mi cabeza. Sólo la tenue luz del amanecer dejaba ver por la rendija de abajo la sombra proyectada de sus piernas. ¿Qué es todo esto, joder?
Por el pasillo apareció el resto del personal preguntando qué estaba pasando. Nuestro médico comenzó a explicarles la situación ante la mirada cada vez más anonadada de sus colegas. En poco tiempo, a los golpes que emitía la enfermera, o lo que quedara de ella, se unieron otros más recios y sonoros. La presencia del otro muchacho se había hecho notar. Los aullidos eran cada vez más desesperados. El personal, incluyéndonos a nosotros, cada vez estaba más nervioso y atónito.
-No podemos quedarnos aquí, tío – me habló Carl.
-¿Qué hacemos? – me sequé las lágrimas.
-Hay que matar a esas cosas. ¿Recuerdas qué pasó con la otra del laboratorio? Intentó matarme, joder. Qué coño, intentó comerme. Estas son igual. No se comportan como personas. Aquella bomba tenía algo…
-Algo que no se transmitía por el aire… porque estaríamos muertos.
-¿Pero tío, esas cosas qué son? ¿Muertos?
Leer el relato con esta canción de fondo no tiene precio
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=sD2vCbc0jlo
Esto cada vez se pone mejor!
jajaja sí, ya parece que va tirando! por cierto, la canción da miedo. No la pongo por la noche ni de coña, y eso que escribo xD
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