Diciembre. Ya han llegado (II)
Se hablaba de una abrasadora ola de llamadas a los teléfonos de emergencias en la zona del sur de Alaska por la repentina llegada de heridos a los centros hospitalarios y la masiva solicitud de ambulancias por extrañas desvariaciones. Los medios intentaban dar una respuesta a este interrogante y lo achacaban directamente con las posibles secuelas que podía haber causado el ataque coreano. La reportera, abrigada hasta las orejas y con el micrófono pegado a la boca, ofrecía un primer plano de algunas personas que entraban en camilla a los hospitales. No parecía nada raro. Estaban pálidas y, según el titular, con fiebre elevada. Pero el reportaje que estábamos visualizando mi amigo y yo no era nada el otro mundo, comparándolo con otras noticias. Lo que habíamos visto hace unas horas hizo que nos imaginásemos qué es lo que había pasado. Montaña Blanca… el titular era del Montaña Blanca… ¡Si está lejísimos de Nome para ir a pie…!
-Tenemos que hacer algo – me dijo.
-¿Sí, y qué hacemos? – grité por lo bajini.
-Pues si te parece nos quedamos aquí a que la enfermera nos meta en un geriátrico.
-Mira, Carl, no vamos a ir a ninguna parte ahora. Te propongo esperar a que amanezca, pagar lo que haya costado esto y pensar en lo que hacer. – continué – Tómate el analgésico e intenta descansar un poco. Bastante hemos tenido.
No entenderé nunca la reacción que tuve. Después de lo que había visto en la televisión y lo que había experimentado en mis carnes, tenía ganas de dormir. Seguramente el estar alejado de todo en un pueblo entre los bosques de Canadá, más el sueño y la tensión acumulados, pasando por el tiempo de relajación que tuvimos, hicieron que los nervios se calmasen y volviésemos a ser personas que necesitan dormir.
Por su parte, mi amigo no dijo nada. En el fondo creo que él también sabía que necesitaba descansar y que, estando en ese lugar, podíamos relajarnos ‘un momento’. Y más él.
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Las siete y pico de la mañana. Los primeros rayos de luz entraban tímidamente por la habitación. Carl dormía plácidamente boca arriba, con el brazo tullido sobre el pecho. Las dos piernas salían descaradamente por cada borde lateral de la cama, por debajo de las sábanas, mientras emitía unos ronquidos que no paraban de taladrar mis oídos.
Yo estaba también tumbado boca arriba. Mirando el techo blanco escayolado. Con la mente llena de recuerdos de todo lo que pasamos. Sobre todo de esas cosas. Por fin tuve un tiempo para reflexionar e intentar estructurar un poco las ideas. Pero todo se fue al traste, como una pirámide de cartas, cuando la enfermera entró en la habitación de golpe trayendo una camilla consigo.
-James, lo siento – jadeaba nerviosa entrando la camilla – pero debes quitarte. Tenemos un herido.
-Sí, claro – me levanté rápidamente con un ligero mareo por la rápida incorporación - ¿necesitas ayuda?
-Ayúdame a ponerlo en la cama.
Entre los dos cogimos la sábana que estaba debajo de la persona y la pasamos a la cama donde dormí. Era un hombre de unos 30 años de edad. Bajo, con barba y con mucha suciedad rondando su cara. Con todo, se podía apreciar una expresión de dolor en el rostro.
-¿Qué le ha pasado? – pregunté intrigado.
-¿Qué le ha pasado? – pregunté intrigado.
-Lo han traído esta noche en ambulancia por falta de espacio en los hospitales de Alaska. Así que han pedido que las personas canadienses, por cercanía, sean trasladadas a los centros más próximos de nuestra frontera. Por lo visto se han llenado de gente con numerosas heridas y algunas con una elevadísima fiebre. Nunca había visto algo así. Este chico tenía varias heridas en el brazo y un desgarro en el hombro…
-¡¿Cómo?! – la interrumpí alzando la voz mientras me venía a la mente flashes de aquellas cosas.
-Sí, pero tranquilo – intentó tranquilizarme crédulamente – ya está mejor. El doctor y un grupo de cirujanos enviados han logrado parar la hemorragia. Ahora descansa. La guerra con Corea ya está trayendo consecuencias humanas… - se decía. Bueno, ¿Carl no despierta?
-No – respondí sin dejar de mirar al chico – y es raro, porque siempre se altera con cualquier sonido.
-Es normal. Hace un par de horas me pidió que le suministrara un calmante fuerte para que pudiera dormir tranquilamente de una vez.
-Entiendo…
-Disculpa mi impertinencia – me dijo amablemente - ¿qué os ha pasado? Quiero decir, habéis venido del bosque según contáis y no sois de por aquí cerca…
Intenté buscar una respuesta falsa lo más rápidamente posible para que pudiera colar. No sé si lo conseguí o no, pero algo tenía que decir.
-A Carl y a mí nos gusta el senderismo. Y elegimos los bosques de Canadá… Disculpa – intenté evadirme – necesito ir al baño.
Jo, quiero seguir leyendo xD
ResponderEliminarjajaja dame tiempo, dame tiempo! encima que hoy nos han quitado una hora de sueño, no metas más prisa!!!! xD
ResponderEliminarMe resulta alarmante,como se propaga de rapido la infeccion....that's suspicius
ResponderEliminarCierto! pero más adelante sabrás por qué :D
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