28 de Noviembre. Amancer.
-¡Buenos días, Jimmy! Son las 8:30 horas de la mañana del 28 de Noviemre… ¡¡¡¡y es hora de que levantes tu culo blanco!!!!
Abrí los ojos lentamente y, de tan cerca, no podía ver más cosas que la cara oscura y el brillo de los blanquecinos dientes de… ¿¿qué cojones??
-¡¿Carl?! – grité incorporándome - ¡¿Qué coño haces aquí?!
-¡Eh, eh, yo también me alegro de verte!
-Espera, espera… ¿cómo te han dejado entrar aquí? Y lo más importante… ¿cómo cojones has llegado?
-Bueno, es una larga historia…
En ese instante, el profesor Fastword entró por la puerta preguntando por mi nombre.
-Ah, veo que ya te ha despertado. ¿Lo esperabas? – curioseó.
-¿Qué? – pregunté confuso - ¡no! ¿cómo iba yo a saber que vendría?
-Tranquilo, Jimmy, fui yo el que decidió venir. Así además le confirmo a tu madre que estás bien.
-¿Cómo? Ay, Dios… - suspiré. ¿Está bien?
-Sí, sí, no te preocupes, tu padre se encarga de todo.
-Bueno, bueno – interrumpió el profesor – en cierto modo, Carl, me alegra que hayas venido.
-¿Cómo? – pregunté asombrado
-Sí, verás…
El profesor nos estuvo explicando que durante la noche perdieron comunicación total con los mandos del gobierno y los puntos clave de información. Los generadores empezaron a fallar y ya se consideraban aislados. ¿Los teléfonos móviles? Cien por cien de funcionalidades, pero ninguno con cobertura. Unos modernos aparatos que lo más que podían hacer era reproducir una canción mp3. Pero la llegada inesperada de mi amigo y su piloto fueron como una especie de salvación.
-Además – continuó Fastword – las personas que trajimos ayer han empezado a empeorar. Tienen fiebre elevada y muchos temblores. Aún no tememos por sus vidas, pero estas cosas son traicioneras. De momento las pruebas no dan nada serio… no entendemos nada.
Me pidió expresamente que me dirigiera con Carl a Nevada, a la base del ejército con la avioneta. Me hizo entrega de un pequeño tubo, como el de un pintalabios, que contenía, según me dijo, un papel con un código impreso que deberemos dar cuando nos intercepten por radio para tener permiso de aterrizaje.
-Una vez allí, muchachos, debéis entregar esta Micro SD al señor Peterson. Es muy urgente. Ahí le describimos la falta de comunicación y los problemas que tenemos.
-Está bien, profesor – respondí decidido.
-Gracias, James. Y a ti, Carl. Aunque lo que has hecho pasa por los bordes de la ilegalidad, en cierto modo nos puedes salvar de un apuro. Suerte, hijos.
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